Viajar con clase y no morir en el intento.

Por: Sofi Caz

El peso está super fuerte, dicen los periódicos y por eso necesitamos menos pesitos por dólar o por euro. A esto súmenle algunos ahorritos que logramos durante la pandemia. Eso de no ir al Cine, tener que cocinar y sobre todo no gastar gasolina dejo un pequeño fondo para vacaciones que es el momento de quemar.

-Ya sé, chale con la pandemia. Que les digo, todavía no supero el encierro.

Hoy no me voy a andar con cursilerías y recomendaciones de destinos o de cómo hacer la maleta. ¡NO! Hablemos en serio. Primero tenemos que comprender que viajar no solo es por vacaciones, también de negocios cuenta. Viajar no solo te va a sacar de tu rutina, te va a enseñar como viven, piensan, se visten otras personas. Vas a aprender mucho de ti. Y sí tienes suerte conocerás personajes fabulosos.  Además, viajar siempre te va a reglar anécdotas inolvidables.

– Desde siempre quise viajar e hice ¡cada cosa!

Como de los 10 o 14 años, todos los años nuevos solía salir corriendo con una maleta a la calle. Dizque porque así asegurabas que ibas a viajar ese año. El dichoso ritual no funcionó, pero como me divertí corriendo como loquita con una maleta; justo a las doce de la noche después de atragantarme las uvas. Salía muy convencida de que ese año sí iba a funcionar el dichoso ritual.

Pero fue hasta que empecé a trabajar que realmente empecé a viajar como “Adulto”. Mis viajes anteriores con el pretexto de un congreso, de bucear o tomar fotografías, no cuentan. Todos esos viajes en bola, aunque muy divertidos, tuvieron muchas limitaciones. De entrada, la limitante del presupuesto, comíamos lo que había y literalmente no dormíamos. Entre las risas y las travesuras lo que menos nos preocupaba era dormir. ¡Total de regreso nos dormimos en el camión!

Con decirles que, en un viaje de fotografía (por no sé qué razón) terminamos durmiendo en un hotel de gasolinería. – ¡Como lo leen! Yo, hoy, toda glamourosa “dormí” en un hotel de paso de gasolinera de carretera. Aunque en realidad no dormimos lo dudoso de las sabanas nos dio el pretexto perfecto para seguir la fiesta.

– Era lo que había y para lo que nos alcanzaba a todos. En ese entonces la aventura era lo importante, lo demás era lo de menos.

¡Ah! Pero cuando empecé a viajar de trabajo un mundo nuevo se abrió ante mí. Viajar por trabajo no tiene el glamur que muchos piensan. De entrada, cuando eres el chalan número 50, la ameba del estanque, el gusanito de la cadena alimenticia, te van a mandar en el vuelo más barato. Es decir, en el primer vuelo del día, en clase turista y en el asiento a dos filas antes del baño en la cola del avión.

Como se pueden imaginar, el viajar en el primer vuelo del día para una persona que odia las mañanas, es una grosería.

-Aprovecho para disculparme con todo el personal del aeropuerto que se tuvo que soplar mi jeta matutina. Entiendan que no fueron ustedes era yo.

Lo dramático de mis primeros viajes de trabajo eran las 4 o 5 horas antes que tenía que llegar al aeropuerto para la revisión de las maletas. Justo empecé a viajar después del 911. En esa época literalmente revisaban cada maleta, una por una antes durante el check in.

– Solo en una ocasión, la mañana me resulto muy divertida, educativa y frustrante al mismo tiempo.

Estaba Yo muy formadita en la fila para el check in. Delante de mí, como a 10 personas de distancia venia una chica toda fashion; tacones, maquillaje impecable, muy bien vestida con una maleta negra. Todo fue normalidad durante la revisión de su maleta. La persona de seguridad; con sus guantes de látex muy bien puestos, manoseo el interior de la maleta. Cerró la maleta. La chica del mostrador le entrego el pase de aborda a la mujer que sonriente se dirigió a la salida caminado muy derechita con bolsa en mano.

– ¡¡Entonces sucedió, la vergüenza cayó sobre ella!!

El maletero lanzó la maleta a la banda móvil. En cuanto la maleta toco la banda esta empezó a hacer un ruido extraño. Todo mundo corre, los de seguridad la detienen a un paso de salir del área.

Todos los presentes contenemos el aliento, el resto de los guardias de seguridad se detienen como congelados en el tiempo. Nadie se mueve. Solo se escucha el sonido de los tacones, la mujer viene de regreso.

Con sumo cuidado, el maletero retira la pieza de equipaje de la banda y la devuelve a la persona de seguridad.  La persona toma aire, la expresión de su rostro delataba el estrés de tener que abrir una maleta que hace ruiditos. Llega otra persona de seguridad, se para detrás de la primera. Quien lentamente abre el cierre.

La mujer ya está frente al mostrador donde su maleta está siendo revisada de nuevo, su rostro es inexpresivo.

La persona de seguridad que acaba de llegar toma una charola y se la pasa a la que acaba de abrir la maleta. Esta empieza a sacar todo pieza por pieza.

Sin previo aviso, la persona que sacaba las prendas salta y cierra la maleta como si hubiera visto un bicho dentro. Él de atrás adelanta un paso y vuelve a abrir la maleta. Encima de lo que quedaba en la maleta, una lampara anatómicamente exacta se sacudía haciendo ruido.

¡La mujer estaba no roja, sino lo que le sigue! Tomo una bocanada de aire profunda. Con gran seguridad estiro las manos para sacar las baterías tratando de mantener el objeto dentro de la maleta. Los que estábamos lo suficientemente cerca para ver el objeto, giramos la cabeza al unísono. Solo nos faltó chiflar para disimular.

Ella agarro todo lo que habían sacado y lo zambutió en la maleta sin mirar, ni levantar la vista. Los de seguridad cierran la maleta y la mujer se retira sin levantar la vista del piso.

3 minutos después del incidente, toca mi turno. Levanto la maleta para ponerla sobre la mesa y empieza a sonar. -jajajaja-

Hubieran visto la mirada de todos, yo no sabía si llorar o reír. Yo no tenía, en ese momento y por mucho, el estilo de la otra chica. Yo venía en pants de velour; que parecían pijama, no tenía maquillaje, mis ojeras parecían un antifaz, mi cabellera todavía estaba revuelta y húmeda. Parecía recién salida de un centro de rehabilitación. La chica de seguridad me miro muy seria y me ordeno abrir mi maleta.

Podía sentir las miradas sobre mí, escuche murmullos. ¡¡Sorpresa!! Es tan solo mi cepillo de dientes eléctrico.

La mujer respiro con alivio, levanto mi cepillo de dientes; como para que todos lo vieran. Atentamente me pido sacarle la batería mientras ella manoseaba el interior de mi maleta. Desde entonces no viajo en pants y tampoco llevo nada que pueda hacer ruido en la maleta. El recuerdo de la mirada de la chica de seguridad me tiene traumada. Casi pude leer sus pensamientos. -Sí la otra traía un dildo esta seguramente trae hasta la pipa.

Recomendación: Usen ropa cómoda que no parezca pijama y saquen las baterías a cualquier cosa que lleven en la maleta. Y nunca, nunca manden una laptop, joyas ni nada de valor en la maleta. Esas maletas nunca llegan a destino; cuenta la leyenda.

Una vez que pasas el filtro vienen las horas de espera en las salas, nada cómodas. Luego el vuelo. Sí tienen suerte les tocara un compañero de viaje normal. Esas personas que no platican simplemente sacan un libro. Esos compañeros de viaje son una bendición en los vuelos mañanero o nocturnos. 

Por favor no sean el pasajero mega super atento que despierta al de al lado para preguntarle si le pasa la botana o para decirle que hay una azafata con el carrito. ¡NOOOO, lo hagan!!

Resistan la tentación, no sean demasiado atentos los desmañanados se los vamos a agradecer. Solo sean amables y civilizados.

Otra cosa que se me olvida. Señoritas, resistan la tentación de super producirse especialmente cuando el viaje es al extranjero. Todos salimos con cara de “What” en el pasaporte y cuando llegas super maquillada el cónsul se confunde. ¡Porque no se parecen a la de la foto!

Piensen que el viaje es casi como ir en la línea 7 del metro de cualquier estación hacia Polanco. Donde las mujeres se suben bien vestidas, pero con zapatos cómodos (o sea tenis), cara lavada y una mochilota, pero se bajan todas glamourosas. ¡Es igualito viajar de vacaciones!

Con la única excepción de que no pueden llevar una tanga con aplicaciones metálicas. Todos en la fila del filtro nos vamos a enterar… cuando suene la alarma del detector de metales.

Recuerden, sí no pierden el estilo al bajar del metro en Polanco ¡No lo pierdan al bajar del avión!

Nota: ¡Ah! Y si no tuvieron de esos juguetes de encajar las piezas por formas consigan uno. Acomodar las maletas en el avión es todo un arte que requiere de práctica. Los 200 pasajeros atrás se los vamos a agradecer.

Felices Fiestas y gracias por leerme.

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